CIENCIA, RELIGIÓN Y DEMAGOGIA
Al final de su declaración de victoria, que no disculpa, después de haber llamado dementes a los homosexuales, Esteban Arce terminó diciendo algo así como que su única preocupación eran los niños para que no los anduvieran adoptando.
Algo similar ha sostenido el PAN del Distrito Federal en su argumentación contra la ley recientemente aprobada en la capital. Su alarma, dicen, es por lo niños.
En tono más dramático lo ha planteado el señor Norberto Rivera, representante de la Iglesia católica en el Distrito Federal. Todo es por los niños, que pobrecitos ahora vivirán en un hogar lleno de homosexuales.
Cuando en diciembre le pedí a Mariana Gómez del Campo, líder del PAN en la capital, que me dijera en qué basaba su afirmación de que los niños de parejas homosexuales crecían con muchos problemas, me prometió enviarme varios estudios que así lo probaban.
No me han llegado.
Pero gracias a Genaro Lozano, profesor del ITAM y candidato a doctor en Ciencia Política por la New School de Nueva York, he podido revisar el documento Lesbian and Gay Parenting, editado por la Asociación Estadunidense de Psicología, que compendia más de cien estudios que al respecto se han hecho en Estados Unidos y Europa.
La investigación sistemática comparando la condición mental de homosexuales y heterosexuales comenzó en los años cincuenta, lo que llevó a que en 1973 se quitara a la homosexualidad del catálogo de enfermedades mentales del Canon de los Psicólogos de América. La investigación alrededor de los hijos de parejas homosexuales es más reciente, los primeros estudios datan de los setenta.
La reciente revisión hecha por la asociación estadunidense de los estudios hechos en los últimos 35 años llega a una conclusión general que cito: “Los resultados de las investigaciones comparando parejas homosexuales con hijos con parejas heterosexuales con hijos; y a hijos de parejas homosexuales con hijos de parejas heterosexuales son bastante claros: los datos no soportan a los estereotipos comunes”.
Las parejas de homosexuales son tan felices o infelices como las de los heterosexuales. Su división del trabajo, sus roles y su capacidad y tiempo para ser padres no son diferentes que los de las parejas heterosexuales. Algunos estudios, de hecho, insinúan que las parejas homosexuales desarrollan mejores habilidades como padres; uno de ellos señala, por ejemplo, que los datos arrojan menor tendencia al castigo físico y, sobre todo en parejas de lesbianas, más tiempo dedicado a la interacción con los hijos que lo que se encuentra entre padres hombres e hijos, en parejas heterosexuales.
Al respecto de otro estereotipo común, los estudios revelan que los hijos de parejas homosexuales no tienen mayor ni menor posibilidad de ser homosexuales que los hijos de parejas de heterosexuales. Los estudios señalan también que los hijos e hijas de parejas de gays o lesbianas ven los mismos programas de televisión, juegan con los mismos juguetes y hacen los mismos deportes que los hijos e hijas de parejas heterosexuales.
Idénticos resultados han producido estudios sobre la capacidad de interacción social, de aprendizaje o de otras formas de desarrollo de los hijos de parejas gays en comparación con parejas heterosexuales.
“Ni un solo estudio —concluye la asociación— ha encontrado que los hijos de gays o lesbianas tengan alguna desventaja en relación con los hijos de parejas homosexuales. De hecho, la evidencia obtenida en el mundo hasta la fecha demuestra que el ambiente que proveen los hogares de homosexuales es igual de capaz que el de parejas heterosexuales de apoyar y permitir el crecimiento psicosocial de los infantes”.
La misma asociación aclara que a pesar de los avances hechos en las últimas décadas y de la seriedad de los estudios reseñados, entiende que por ser un nuevo campo, falta mucho por investigar. Pero, por lo pronto, eso dicen los datos.
Tranquilos pues Norberto, Mariana y Esteban, los niños estarán bien.
Valga una aclaración, los estudios reseñados pretenden hacer ciencia, tienen un método transparente que podría ser repetido por otros. Es una maravilla el método científico que nos iguala en el debate; los datos, los hechos son los mismos para todos. Entiendo también así uno de los sentidos de eso que llamamos Estado laico: las discusiones de política pública deben darse con base en datos y hechos que compartamos. Por eso es que es más complicado, sino es que imposible, el debate con aquellos opositores a las familias homosexuales, que desconfiados de la ciencia basan su argumentación en La Biblia o el Corán, por poner dos ejemplos.
Así lo explica Christopher Hitchens: “La religión mantendrá siempre una cierta andrajosa respetabilidad porque fue nuestro primer intento como especie para explicarnos el cosmos y nuestra propia naturaleza, y porque continúa preguntándose ¿por qué? Su enfermedad incurable, sin embargo, es su insistencia en que la pregunta puede ser contestada con precisión con base en la revelación y la fe”.
Dicho de otra manera: en la ciencia abundan las preguntas; en la religión, los mandamientos.
CARLOS PUIG. MILENIO. CARTÓN DE HELGUERA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario