martes, 23 de junio de 2009

Guardería ABC: ¿y ahora qué?



Guardería ABC: ¿y ahora qué?




La tragedia de Hermosillo ha provocado duelo, indignación y rabia en todos los rincones del país. La herida emocional de esta catástrofe será profunda, y no hay nada que apacigüe el sufrimiento ni la furia de los padres y familiares, pues la muerte es algo irreversible y el tratamiento por quemaduras es doloroso, largo y deja huellas.

Junto con el golpe de las criaturas fallecidas y quemadas, ha impactado el criminal descuido en que operaba esa “subrogación” del IMSS. Los accidentes ocurren cuando menos se los espera, pero hay de accidentes a accidentes. Aquí, lo más lacerante han sido la irresponsabilidad y el negocio, que han desatado una ola de reacciones furiosas. Ha habido comentarios atinados y desafortunados, incluso algunos con mala leche se han centrado en las relaciones de parentesco en torno a su concesión.

¿Y ahora qué? Por lo pronto, el IMSS ha suspendido la subrogación a varias decenas de guarderías. El problema de dónde dejar a las criaturas vuelve a surgir con fuerza y no hay ninguna propuesta por parte de las autoridades que cubra las imperiosas necesidades de las madres que trabajan. Porque sí, aunque hace rato los procesos de emancipación social e inserción laboral de las mujeres han introducido cambios en la constitución y la dinámica de las familias, todavía el cuidado de los hijos sigue siendo, casi en su totalidad, responsabilidad femenina. En México, la masiva e irreversible incorporación de las mujeres al mercado laboral no ha modificado el mandato cultural de que las labores de cuidado son su obligación primordial y que su trabajo remunerado es algo secundario. De las mujeres que laboran fuera del hogar, un número importante está en la informalidad, sin acceso a guarderías; algunas pueden pagarle a otra mujer, pero quienes se encuentran en situación de pobreza enfrentan la peor situación: en ocasiones dejan a sus criaturas amarradas, solas, en sus cuartos. El desgaste –físico y emocional– de quienes invierten su tiempo, energías y recursos personales en cuidar a sus dependientes es tremendo, y con frecuencia deben renunciar a oportunidades laborales, educativas y políticas.

Las empresas se desafanan de su responsabilidad, y las empleadas padecen la ausencia de esquemas de conciliación de responsabilidades laborales y familiares y las tensiones concomitantes que menguan su calidad de vida. Quienes tienen el derecho de guardería por el IMSS aceptan las subrogaciones, pues su gran necesidad juega en contra de reclamar mejores servicios. “Esto es lo que hay, lo tomas o lo dejas.”

Por eso enfrentar lo que implica el horror de lo ocurrido en Sonora se nutre de todo esto. Y aunque la conciliación trabajo/familia es un desafío mayúsculo, se podrían iniciar varias acciones dirigidas a desarrollar servicios públicos de calidad, por ejemplo: ampliar la jornada escolar para hacer compatibles horarios escolares y laborales, y ofrecer cuidado especializado para las personas dependientes, no sólo las criaturas, así mismo las enfermas, discapacitadas o ancianas. También son necesarios algunos cambios con consecuencias legales, como el de reconocer que ambos progenitores tienen que asumir responsabilidades de cuidado con respecto a sus hijos e hijas, lo que debería derivar en la instauración de las licencias paternas para los hombres.

Obvio que un reto de este calibre implica no sólo una reestructuración del sistema de seguridad social, con consecuencias fiscales, sino todo un giro de la perspectiva política. Priorizar lo que actualmente está excluido requeriría el rediseño de miles de guarderías y el lanzamiento de otros cientos más, con esquemas capaces de garantizar el bienestar no sólo de quienes reciben cuidados sino también de quienes cuidan. Esto va en dirección contraria de lo que han sido las políticas de “desmantelamiento” y privatización de la seguridad social en los últimos sexenios.

¿Qué hacer con lo que pasó en Hermosillo? El drama de la guardería ABC obliga a prevenir. Pero prevenir no significa quedarse quieto sino actuar con previsión, o sea, mirando lo que va a venir. Ante el razonable freno que el IMSS ha puesto a nuevas subrogaciones, ¿quién va a otorgar ese imprescindible servicio que tanto se necesita? ¡Prevenir! ¿Se estará valorando lo que se viene? Si seguimos igual, lo que nos espera es aterrador.

Para empezar, no sólo las criaturas, sino también las personas ancianas, enfermas y discapacitadas requieren cuidados públicos. Al centrar el debate en el cuidado infantil se olvida fácilmente que todas las personas vamos a requerir ser cuidadas al envejecer, y que también necesitamos atención cuando enfermamos o cuando existe alguna discapacidad. Muy pocas podrán pagar los carísimos servicios privados. Sin embargo, el cuidado público de calidad no ha sido una prioridad política de ningún gobierno y ningún partido lo enarbola como un objetivo a lograr.

Una lección de Hermosillo es que el buen cuidado no debe ser privilegio de unos cuantos. Es indispensable revertir la precariedad actual de los servicios públicos, especialmente de los “subrogados”. La exigencia de “tiempo para cuidar” y “condiciones para ser cuidado” es una aspiración democrática fundamental, y para alcanzarla es ineludible el papel del Estado. ¿Y ahora qué?.

MARTA LAMAS. Proceso. Cartón Hernández.

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